La situación de migración desde el Wallmapu a Chile en el proceso de modernización constituye un precedente para entender que existen descendientes mapuche que crecieron en la ciudad, herederos de la violencia y discriminación, estas familias mapuche urbanas han modificado gran parte de sus costumbres mediante un proceso de aculturización, donde “lo mapuche” se confunde con “lo chileno”, no entendiendo a ambas como categorías fijas, sino precisamente, su desplazamiento y puntos de fuga identitarios abren la pregunta por pensar la historia personal y autobiográfica de Jaime Araya como un gesto que se abre a lo colectivo.
La familia materna de Jaime Araya al llegar a Santiago en 1940 se cambió el apellido Catrileo a Zamorano, dada la discriminación que vivieron en la ciudad. A raíz de eso, en la historia familiar se prohibe hablar de “lo mapuche”. Por esto, el proyecto de Jaime Araya y Manuel Carrión consiste en una investigación del aparataje legal chileno sobre la ley del cambio de nombre. ¿Por qué y para qué cambiarse el nombre? abre la reflexión a pensar en la posibilidad de borrar el nombre chileno para acceder a un nombre que recupere el apellido Catrileo, su respectiva reivindicación opera como un ejercicio de evidenciar el cruce champurria (mestizo), de este modo, el trabajo consiste en registrar en unos cuadernos que contienen una fotografía de la infancia de Jaime Araya convertida en timbre-mancha un listado de nombres como ejercicio de proyección e imaginación de los nombres por-venir, no como un gesto reparatorio, ni una vuelta al origen. El nombre por-venir se hace la pregunta por el pasado-presente y lo proyecta al ejercicio de imaginación.
A través del video-ensayo se registra el proceso de escribir los múltiples nombres como posibilidad, cruzado con el audio en mapudungun que explica la ley de cambio de nombre en Chile, considerando que los pueblos originarios puedan “castellanizar” sus nombres y apellidos, tensionando el problema de la diáspora mapuche dentro del contexto urbano, pensar este nombre como migrante, transitivo, imposibilitado de volver al origen, pero que a través de la exploración autobiográfica se construye un nuevo relato que levanta un nombre nuevo, arrojado a visibilizar una herida colonial o kuxankan que muestra otras posibilidades de rakizuam (pensamiento) desde una crítica decolonial.